jueves, 29 de agosto de 2013

El piso de Ulises.



El Ulises descansa debajo del diván 

pasando desapercibido de las miradas
como un arma secreta
en los interiores del sofá.

Como las cosas importantes 

que pasan casi sin uno inmutarse,
invisibles y diminutas. 


El caso es no quedarse demasiado ciego

para poder ver ciertos destellos
en la azotea de los años.

Pasar por las aceras,pasar por los tejados.

Pasar de reojo por las sombras buscando una idea,
pasar de largo del tren en una mañana nublosa,
pasar tres horas releyendo una historia escondida ,
pasar por unos ojos como por un abismo...

La ventana levita mi pensamiento y lo salva 

en el piso de vientres.

Fuera parece que hay una tempestad

con el aroma de un veneno lento y suave
queriendo adormecer todo a su paso.

El recuerdo se ha convertido 

en un mecanismo más 
para no alejarse 
y quedarse inmóvil en el mundo.


Para no olvidarse del pan y de las llaves

de la fecha o de las entrañas 
y acabar como un frio témpano
de amnesia inevitable.

Parece que existen personas

que se dedican a recordarte 
eso que se ha quedado incrustado
y a veces con un simple gesto 
parece que  puedan leerte el espíritu.

Por este piso pasan rostros

de todas las posturas y mecanismos
y a veces sin darse ellos cuenta
me recuerdan un olvidado camino.

A veces algunos  

 quieren que siga su mismo destino
y que encuentre la estrella en su ombligo.

Pero los dioses y los sueños
cada uno los tiene a su modo,
 infinitamente iguales y distintos.





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